Snoopy 18-02-2014

02.04.2014 00:47

Buenas noches a todos!
Yo relataré la primera experiencia que tuve con AMA AMELIA, el alter ego de Aina. 
Fue hace ya unos meses pero hasta ahora no me había atrevido a escribirla y colgarla. Espero que os guste, especialmente a mi adorada Ama Amelia. Ahí va:

Domingo 8 de diciembre. Mi primera sesión con Ama Amelia.
Apenas he dormido, supongo que los nervios ante mi primera y anhelada sesión con Ama Amelia han influido. La conozco desde hace días, pero hasta hoy no ha decidido someterme. Le recojo sobre las 14h, algo antes de lo previsto. Me abre la puerta en toalla y zapatillas de baño. Debo hacer un esfuerzo para no arrojarme a sus pies y comerle todo el cuerpo a besos. Hoy me usará de chófer, otra vez, para acompañarla a Porto Pi, donde también comeremos en el Foster Hollywood. Ya en el restaurante conversamos sobre S&M, para no perder la costumbre, y tal conversación me sume en un estado de total excitación. Ama Amelia es plenamente consciente de la situación y disfruta viendo mi cara de sumiso absolutamente entregado y suplicante; sólo me falta babear o sacar espuma por la boca. 

Entramos en el centro comercial y me lleva de compras, la sigo a cierta distancia. Ella disfruta con el juego tortuoso y cruel al que me está sometiendo. Mira zapatos, con y sin tacón, botas, ropa interior… observando mis reacciones. Mi excitación es máxima. Cuando elige algo y tras pagar, me hace una señal con los ojos para que recoja la bolsa y cargue con ella. Hago las veces de sirviente/porteador. Le pregunto en una tienda si no desea probarse los zapatos que pretende comprar, y que yo le ayudaré a probárselos si así lo desea; me ignora. 

Tras las compras nos dirigimos al aparcamiento, Ama Amelia, todavía riendo y recordando mi reciente acaloramiento. Una vez en el coche y cuando estamos sentados para arrancar, me ordena que descienda del coche y saque de las bolsas el par de zapatillas deportivas y un par de calcetines que acabamos de comprar. Se descalza sus zapatillas color fucsia sin calcetines, las mismas que llevaba el día que la conocí. Protesto para mis adentros, el no poder haber sido yo quien tuviera el privilegio de descalzar sus pies. Al regresar al coche, un exquisito aroma asciende desde sus pies, aromatizando el interior del coche. Me ordena que descienda de nuevo y le coloque calcetines y bambas. Me arrodillo frente a ella, se gira en el asiento y me ofrece sus piernas, apoya sus pies desnudos en los muslos de mis pantalones de pana azul, y yo admiro sus pies desnudos, sus uñas pintadas de color rojo agranatado, e inicio la operación de ponerle los calcetines primero, y zapatos después. Ahora me arrepiento de no haberle suplicado que me permitiera besar sus pies, que me los restregara por mi suplicante cara y su aroma impregnara toda mi cara y quedara preso en mi barba. Mientras realizo la operación de calzado, mi adorada Ama Amelia me informa de que pretendía ordenarme que realizara la misma operación, pero en uno de los bancos del interior del centro comercial, rodeados de clientes, pero tras comprobar lo colorado que me ponían sus picardías ha decidido dejarlo para otro día. 

Una vez aparcados cerca de su casa tira las deportivas fucsia a un contenedor de basura sin tener tiempo yo de impedírselo, o al menos, suplicarle que me permitiera conservarlas cual fetiche, erigirles un templo doméstico al que adorar cada día en casa, antes de acostarme y tras levantarme, todos los días de mi vida.

Subimos a su casa, y tras tenerme un rato, interminable, en el salón, me reclama en su dormitorio. Me dice que ya es hora de que tengamos nuestra primera sesión. Me ordena que me arrodille frente a un espejo y no aparte la vista de él. Ella se sienta en una banqueta a mi izquierda. Me informa de que a partir de ese momento perderé mi libertad y pasaré a pertenecerle a ELLA. Es en ese momento cuando AMA AMELIA pronuncia lentamente la palabra Snoopy, casi deletreándola, y me dice que este será mi nombre a partir de ahora. “¿Qué te parece?” me pregunta, y yo respondo, encogiéndome de hombros, que la verdad es que me resulta demasiado ñoño. Me llamará Snoopy y punto. 

Me interroga por mis límites: dolor extremo, agujas, escarificaciones, amputaciones, sangre, electricidad… Me informa de las palabras clave a emplear en las sesiones, en este caso los colores del semáforo: verde (todo va bien), ámbar o naranja (es mejor no tensar la situación, es preferible cambiar de perversión) y rojo (¡basta! He superado mi límite). Me explica las diversas posiciones cuando esté ante ella: sentado (entre sentado y arrodillado), a 4 patas con la cabeza hacia abajo, en línea recta con la columna, y la reverencia, que viene a ser partir de la posición de a 4, deslizar los dos brazos hacia adelante, hasta juntar los dedos anulares de ambas manos y casi tocar con la cabeza en el suelo. 

“Empezamos” dice sin apenas alterar su tono de voz habitual; ya me dijo cuando la conocí que es una persona que no necesita de gritos ni estridencias para ver sus deseos y órdenes satisfechos. Me venda los ojos y me desprende de la ropa que cubre mi torso; me saca el jersey y camiseta, toda de una vez. Me saca el cinturón del pantalón y me rodea el cuello con él, aprieta la hebilla en el punto que considera oportuno, y me la acomoda a modo de correa canina. Me quedo a 4 patas, con el torso desnudo, los ojos vendados y la correa al cuello. Me obliga a seguirle desde la habitación hasta el salón; una vez llegamos a destino, y tras chocar con alguna pared, a pesar de sus precisas instrucciones, me ordena que ladre primero y llore después; el resultado es decepcionante y así me lo hace ver. Me ordena dar media vuelta tirando de la correa hacia ella, desandamos el camino, de regreso a la habitación donde he aceptado perder mi libertad y entregársela a AMA AMELIA. Una vez en la habitación, me pide que le dé primero una patita, después la otra y finalmente las dos a la vez. Me repite que no le ha gustado nada como suenan mis sonidos perrunos y que deberé mejorarlos mucho si pretendo ser su esclavo. Me ordena que me ponga en 4 y deposita su maravilloso cuerpo de Diosa sobre la parte trasera de mi espalda, sobre la parte inferior de la columna vertebral. Me pide que relinche…y vuelvo a decepcionarle, por lo que decide empezar a castigarme. Primero me coloca unas pinzas en los pezones, y después me ordena bajarme los pantalones y calzoncillos, poniendo mi culo en pompa, ofreciéndoselo a mi Ama para que haga con él lo que se le antoje. Me da 20 azotes con la palma de la mano y obliga a contarlos en voz alta. Después me ordena que deletree la frase “A partir de hoy pertenezco a MI ADORADA AMA AMELIA en cuerpo y alma”. Cometo una serie de errores, que AMA AMELIA decide corregir zurrando unas cuantas veces más mi culo.

Decide volver a sacarme de paseo, la misma ruta que antes, más ligero de ropa, y con las pinzas en los pezones; al empezar a desplazarme, se desprende una de las pinzas, le informo, y lo soluciona dando un estirón seco a las pinzas lo que provoca un grito apagado en mí, y una carcajada en ella.
Ya de regreso a la habitación, me ordena que me apoye sobre la banqueta larga, me ata los brazos a la misma y amordaza. Empieza a introducirme un consolador en el culo. No satisfecha con sodomizarme (no llega a hacerlo a fondo), decide empezar a torturarme el glande con sus dedos salivados para la ocasión; posiblemente se trate de la más dulce de las torturas posibles. Me retuerzo como un animal salvaje, soy incapaz de controlarme y estarme quieto como me indica AMA AMELIA, y desplazo considerablemente la banqueta, alejándola de su posición inicial. Sus carcajadas me excitan y enloquecen hasta el paroxismo. Se detiene, reanuda el juego-tortura, vuelve a detenerse, de nuevo lo reanuda… quedo agotado, arrodillado ante ella, quien me obliga a masturbarme, sabiendo que seré incapaz de eyacular, tras semejante estimulación del glande. Me ofrece, al tratarse de mi primera sesión, la posibilidad de penetrarla; primero es ella quien me cabalga, cual salvaje amazona (la imagino cabalgándome porque sigo llevando una venda en los ojos, venda que conserva su fragancia). Después se tumba en la cama, abre de par en par sus blancas y carnosas piernas y me invita a profanar su sagrado templo; lo intento con las piernas abiertas, después cerradas… pero es tanta mi excitación por la tortura anterior, que me muestro como un amante torpe, incapaz de dar placer a Mi AMA, ni tan siquiera hacérselo pasar medianamente bien. Me obliga a salir de su precioso cuerpo, vestirme y prepararme para marchar, con la prohibición expresa de masturbarme. En todo momento noto a AMA AMELIA muy pendiente de mi “comodidad”, preguntándome por los colores, informando de que se trata de una sesión de baja intensidad, precisamente por tratarse de la primera. Consigue que esté “relajado y a gusto” (todo lo relajado y a gusto que se puede estar en una sesión S&M, por muy suave que ésta sea) en todo momento. Me pregunta qué me ha parecido y respondo que me ha gustado mucho. Me recuerda que su intención es ir despacio, avanzando 
lentamente, a medida que nos vayamos conociendo. Me parece bien; lo cierto es que cualquier cosa que me proponga me parecerá bien.

Ya en casa le suplico poder masturbarme, obteniendo una negativa por respuesta. Al cabo de un rato me concede la masturbación a cambio de enviarle un vídeo demostrativo del proceso y resultado final. Acepto agradecido. Tras grabarme masturbándome en su honor, le envío la prueba. Soy un sumiso obediente, y sobre todo feliz por haber encontrado a mi dueña, tras mucho tiempo buscándola.